Los seres humanos somos como una torre. Un conjunto de piezas que van encajando y creciendo poco a poco.
Desde que nacemos, con ayuda de las figuras de referencia, vamos formando pieza a pieza la torre en la que nos convertiremos de adultos. Y es importante que los cimientos, la base de la persona que se está formando, esté lo más compacta y cuidada posible.
Cuando llega la adolescencia, la torre necesita tener algún bloque distinto, algo que ayude a diferenciarse del resto de torres. Es un momento de cambios en la estructura, donde entra en acción la rebeldía de la propia torre que necesita distinguirse de las demás...